#14
#35
Yo, que pude doblar la noche a mi voluntad,
terminé hecho un saco de huesos y carne,
llevado por un azul vertiginoso,
desperdiciado como el sol.
Me dejan botado en el parabrisas,
con el gesto torcido.
Saben que mi maldición llegó para quedarse;
con el gesto torcido de la madre muerta.
Me dejan botado
porque más que perrear gateo,
entre magos y profetas.
#36
Qué difícil escribirte en el idioma de los tigres
lo que pasa por mis ojos color lluvia;
qué difícil tu boca hablándome...
porque si yo cazara
no lo haría por la presa ni dinero,
si yo cazara
lo haría por el vértigo y el deseo.
Disparo hacia arriba como un cañón de luz.
Martillan mis gotas el cielo.
#37
Vuelvo a ver las mareas de la vida,
de mi lado,
y buscando en vano la palabra,
prendo mis ojos color calle lluviosa.
Vuelvo a cansarme de la acera
y te llevo hasta el árbol del horizonte,
una y otra vez,
hasta que de tanto recorrerlo
olvidamos el nombre del bosque...
Yo, que pude doblar la noche a mi voluntad,
terminé hecho un saco de huesos y carne,
llevado por un azul vertiginoso,
desperdiciado como el sol.
Me dejan botado en el parabrisas,
con el gesto torcido.
Saben que mi maldición llegó para quedarse;
con el gesto torcido de la madre muerta.
Me dejan botado
porque más que perrear gateo,
entre magos y profetas.
#36
Qué difícil escribirte en el idioma de los tigres
lo que pasa por mis ojos color lluvia;
qué difícil tu boca hablándome...
porque si yo cazara
no lo haría por la presa ni dinero,
si yo cazara
lo haría por el vértigo y el deseo.
Disparo hacia arriba como un cañón de luz.
Martillan mis gotas el cielo.
#37
Vuelvo a ver las mareas de la vida,
de mi lado,
y buscando en vano la palabra,
prendo mis ojos color calle lluviosa.
Vuelvo a cansarme de la acera
y te llevo hasta el árbol del horizonte,
una y otra vez,
hasta que de tanto recorrerlo
olvidamos el nombre del bosque...
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