#13

#31

Qué valor, el de llevar tu puñal en mis entrañas.

Cuánta sangre en mis manos,
mientras me sano
y construyo una escalera con los restos de mis heridas
con el fin de lamerte la lengua.

Haz el látigo de mi piel,
antes de que me pudra
y de que deje de escribir lo mejor que escribiré.
Hazlo antes de que sólo me quede piel,
y tiraré de tus carros como un tigre,
como el tigre estampado en mis gayumbos.

Me han quemado más que a cualquier bandera.

#32

Aguanto el tipo como una pared maestra,
te tengo jadeándome en la boca.
Méteme las uñas en el yeso
hasta los ladrillos.

Aráñame con tus uñas de ángel.

#33

Hago dosis del mundo
y las reparto por las orejas y los ojos,
a veces por las narices y las venas.

Quería ser hedonista
pero tenía que trabajar,
y me quedé en las burbujas de la absenta alrededor del hielo.

Ése fue el placer que me dio el mundo para sostenerme.

#34

Me siento como el diez en el banquillo,
viendo poemas desde la banda.

¡PERO SI YA SABÉIS! ¡YA SABÉIS!
 Como un Alejandro entre diádocos,
vine a hacer de César
hasta las cejas de lo que calga,
a quemar el templo que me interese.

Porque hay poemas que nunca bastan,
qué valor, el de llevar tu veneno en la copa.

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